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EPILEPSIA UN ENFOQUE MULTIDISCIPLINARIO
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APUNTES DE EPILEPSIA DE LA INFANCIA Y ADOLESCENCIA
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La terapia nutricional cetogénica imita aspectos de la inanición, forzando al cuerpo a quemar grasas en vez de carbohidratos, aplicada comúnmente en los pacientes con epilepsia.
Esta terapia lleva a mejorar la fármaco resistencia que puede presentarse. Al utilizarla, se presenta una reducción de las convulsiones y mejoría en el control de la conducta. Desde la década de 1920, los estudios han demostrado consistentemente que el 50 a 75% de los niños con dificultad en el control de las convulsiones de todo tipo han sido ayudados con este tipo de tratamiento. Estudios que han observado a los niños que siguen esta dieta por periodos largos, revelan que una tercera parte de ellos han controlado más del 90% sus convulsiones, otra tercera parte de niños tuvieron un 50% de control en la reducción de convulsiones, y el último tercio descontinuaron el tratamiento debido a dificultad para seguirlo o poca efectividad en ellos.
Usualmente esta dieta se prescribe principalmente a temprana edad ya que es más fácil controlar y monitorear, para un periodo de 2 a 3 años si se observa que disminuye o para las convulsiones. En caso contrario, se deja de utilizar al poco tiempo (2 o 3 meses). El tratamiento debe ser monitoreado constantemente, y conforme al análisis se determina hasta cuándo se debe utilizar, ya que conlleva alto riesgo de deterioro nutricional del individuo, entre otras complicaciones.
Se considera una dieta cetogénica (mínimo de carbohidratos y proteína, y alto consumo de grasa). La dieta se inicia gradualmente y se aumenta o disminuyen alimentos hasta llegar a su meta en un periodo de 3 a 4 días. Durante este tiempo los niveles de azúcar y cetonas son monitoreados. Cada niño es único, especial e inigualable, y tiene patrones de convulsiones y frecuencias por lo que los alimentos y las porciones en su alimentación serán de acuerdo al cada niño y su padecimiento, usualmente hay una mejora dentro de las primeras 6 semanas de tratamiento.
Objetivos de la dieta Cetogénica
Contraindicaciones de la Terapia Nutricional Cetogénica
Los individuos que en el perfil se encuentren con deficiencias o con los defectos siguientes, no deben ser puestos a este tratamiento nutricional especial, ya que pueden tener efectos adversos serios.
Los niños que toman medicamentos anti-epilépticos, muestran niveles sanguíneos más bajos de Vitamina E, así mismo se ha encontrado que la vitamina E también previene convulsiones por lo que su suplementación es importante (Según prescripción médica para definir la dosis).
Es recomendable que la mujer que padece epilepsia y desee quedar embarazada debería de tomar ácido fólico durante un período mínimo de 6 meses antes para obtener el mayor beneficio posible de esta vitamina. Así mismo es importante que siga una alimentación controlada con los cambios pertinentes técnicos nutricionales a cada trimestre, dormir lo suficiente y hacer ejercicio de forma regular para que el embarazo llegue a término de forma segura y saludable.
Agua
Suplementar suficiente para colaborar en evitar el estreñimiento. También mejora el riesgo a tener piedras en los riñones. La recomendación de consumo es de 2 litros por día.
Al utilizar el tratamiento cetogénico, todas las comidas deben ser cuidadosamente preparadas y pesadas. Cada plato debe ser comido en su totalidad para que el tratamiento sea efectivo.
Debe evitarse el uso de alcohol durante se esté bajo un régimen de dieta cetogénica.
El paciente y los miembros de la familia deben obtener amplio conocimiento de los aspectos del tratamiento. Explicándoles el rol y el desarrollo de la terapia, las dificultades que pueden aparecer, su eficacia y sus efectos secundarios. Así mismo, deben saber las metas reales aplicadas a su individualidad y dejar claro que el paciente no espere una cura instantánea.
Tomar en cuenta que la dieta cetogénica no debe aplicarla sin guía médica y nutricional, además que usar este tratamiento no excluye el medicamento farmacológico que le ha dado el médico, a menos que este lo autorice el médico tratante en conjunto con el especialista en nutrición.
Estas sensaciones anuncian la presencia de una crisis convulsiva.
En otras oportunidades las crisis pueden presentarse con sacudidas de una extremidad o de la mitad de la cara, sin pérdida de la conciencia.
Se hace referencia al término “Las Epilepsias”, debido a que no existe una enfermedad única que se llame epilepsia, sino, que existe un grupo de patologías que pueden manifestarse con crisis epilépticas, algunas de ellas con causas adquiridas como los tumores cerebrales, lesiones infecciones etc. Otras pueden estar desde el momento de nacer como las malformaciones cerebrales, vasculares y otras son de origen desconocido, es decir sin lesión estructural cerebral aparente u otros signos o síntomas neurológicos. Se presume que es de origen genético y es usualmente edad dependiente.
La presencia de un solo evento convulsivo no hace diagnóstico de epilepsia, según la definición propuesta por la ILAE, es necesario tener al menos dos crisis epilépticas para considerar el diagnóstico de epilepsia, asimismo hay condiciones que se acompañan de crisis epilépticas, como las crisis febriles, las crisis inmediatas luego de una traumatismo cráneo encefálico y otras en las cuales no se considera el diagnóstico de epilepsia.
En el vasto espectro de las enfermedades neurológicas, la epilepsia se destaca no solo por su impacto físico, sino también por las implicaciones profundas que tiene en la vida de quienes la padecen. Es más que una simple afección; es un síntoma de la desorganización neuronal en el cerebro que desencadena descargas eléctricas anormales, dando lugar a lo que conocemos como crisis convulsivas o crisis epilépticas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) clasifica a la epilepsia como un problema de salud pública, y no es para menos, ya que no solo afecta al individuo que la padece, sino también a su entorno familiar y social. En Guatemala, aproximadamente 325,000 personas viven con epilepsia, lo que subraya la importancia de comprender esta condición en profundidad.
La epilepsia no distingue género, edad o condición social. Puede manifestarse en cualquier momento de la vida y afectar a cualquier persona, lo que la convierte en una preocupación global en términos de salud pública. Sin embargo, su impacto va más allá de las cifras; es en la experiencia personal de quienes la sufren donde se evidencia su complejidad y desafíos.
El síntoma más reconocible de la epilepsia son las crisis convulsivas, pero es importante comprender que estas son solo una parte del panorama completo. Las crisis, que pueden manifestarse de diversas formas, son el resultado de la descarga anormal y excesiva de neuronas en el cerebro, lo que conduce a una amplia gama de síntomas que pueden afectar tanto aspectos motores como sensoriales, psíquicos y autonómicos.
Las crisis motoras, por ejemplo, se caracterizan por movimientos involuntarios, mientras que las sensoriales pueden involucrar sensaciones extrañas o percepciones anómalas. Por otro lado, las crisis psíquicas pueden manifestarse como alteraciones en el estado de conciencia o comportamientos inusuales. La variedad de síntomas refleja la complejidad de la epilepsia y la diversidad de áreas cerebrales que pueden estar involucradas en su manifestación.
El tratamiento de la epilepsia va más allá de simplemente controlar las crisis convulsivas. Requiere un enfoque integral que aborde tanto los aspectos médicos como los psicosociales del paciente. Esto incluye el uso de medicamentos antiepilépticos para controlar las crisis, pero también la atención psicológica y el apoyo emocional para ayudar al paciente a enfrentar los desafíos asociados con la enfermedad.
Además, es fundamental fomentar la educación y la conciencia pública sobre la epilepsia para reducir el estigma y promover la inclusión de quienes la padecen en la sociedad. Esto implica trabajar en conjunto con profesionales de la salud, organizaciones gubernamentales y la comunidad en general para garantizar un entorno comprensivo y solidario para las personas con epilepsia.
En conclusión, la epilepsia es mucho más que una enfermedad; es un síntoma complejo que afecta a millones de personas en todo el mundo. Para abordar eficazmente esta condición, es crucial adoptar un enfoque holístico que reconozca la diversidad de sus manifestaciones y las complejidades de su impacto en la vida de quienes la padecen.
Al comprender mejor la epilepsia y trabajar juntos para superar los desafíos asociados, podemos avanzar hacia una sociedad más inclusiva y empática, donde las personas con epilepsia puedan vivir plenamente y sin miedo al estigma o la discriminación.
En el vasto espectro de las enfermedades neurológicas, la epilepsia se destaca no solo por su impacto físico, sino también por las implicaciones profundas que tiene en la vida de quienes la padecen. Es más que una simple afección; es un síntoma de la desorganización neuronal en el cerebro que desencadena descargas eléctricas anormales, dando lugar a lo que conocemos como crisis convulsivas o crisis epilépticas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) clasifica a la epilepsia como un problema de salud pública, y no es para menos, ya que no solo afecta al individuo que la padece, sino también a su entorno familiar y social. En Guatemala, aproximadamente 325,000 personas viven con epilepsia, lo que subraya la importancia de comprender esta condición en profundidad.
La epilepsia no distingue género, edad o condición social. Puede manifestarse en cualquier momento de la vida y afectar a cualquier persona, lo que la convierte en una preocupación global en términos de salud pública. Sin embargo, su impacto va más allá de las cifras; es en la experiencia personal de quienes la sufren donde se evidencia su complejidad y desafíos.
El síntoma más reconocible de la epilepsia son las crisis convulsivas, pero es importante comprender que estas son solo una parte del panorama completo. Las crisis, que pueden manifestarse de diversas formas, son el resultado de la descarga anormal y excesiva de neuronas en el cerebro, lo que conduce a una amplia gama de síntomas que pueden afectar tanto aspectos motores como sensoriales, psíquicos y autonómicos.
Las crisis motoras, por ejemplo, se caracterizan por movimientos involuntarios, mientras que las sensoriales pueden involucrar sensaciones extrañas o percepciones anómalas. Por otro lado, las crisis psíquicas pueden manifestarse como alteraciones en el estado de conciencia o comportamientos inusuales. La variedad de síntomas refleja la complejidad de la epilepsia y la diversidad de áreas cerebrales que pueden estar involucradas en su manifestación.
El tratamiento de la epilepsia va más allá de simplemente controlar las crisis convulsivas. Requiere un enfoque integral que aborde tanto los aspectos médicos como los psicosociales del paciente. Esto incluye el uso de medicamentos antiepilépticos para controlar las crisis, pero también la atención psicológica y el apoyo emocional para ayudar al paciente a enfrentar los desafíos asociados con la enfermedad.
Además, es fundamental fomentar la educación y la conciencia pública sobre la epilepsia para reducir el estigma y promover la inclusión de quienes la padecen en la sociedad. Esto implica trabajar en conjunto con profesionales de la salud, organizaciones gubernamentales y la comunidad en general para garantizar un entorno comprensivo y solidario para las personas con epilepsia.
En conclusión, la epilepsia es mucho más que una enfermedad; es un síntoma complejo que afecta a millones de personas en todo el mundo. Para abordar eficazmente esta condición, es crucial adoptar un enfoque holístico que reconozca la diversidad de sus manifestaciones y las complejidades de su impacto en la vida de quienes la padecen.
Al comprender mejor la epilepsia y trabajar juntos para superar los desafíos asociados, podemos avanzar hacia una sociedad más inclusiva y empática, donde las personas con epilepsia puedan vivir plenamente y sin miedo al estigma o la discriminación.
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El Parkinson es una enfermedad degenerativa, progresiva del sistema nervioso que afecta el control voluntario de los movimientos.
Se manifiesta gradualmente, en ocasiones comienza con ligeros temblores en la mano o pierna, aunque también puede presentar rigidez o disminución del movimiento, el rostro puede perder expresión y el habla puede volverse incomprensible.
Los síntomas pueden ir progresando paulatinamente hasta ser incapacitantes en la persona que lo padece.
Que lo causa
Las neuronas cerebrales utilizan una substancia llamada ‘’Dopamina’’, la cual tiene como función ayudar a controlar el movimiento muscular, durante la enfermedad de Parkinson las neuronas que producen dopamina mueren progresivamente, por lo que al no producirse Dopamina los músculos pierden el control periódicamente, pues estos dejan de recibir mensajes de coordinación y control del movimiento.
En la mayoría de los casos el mal de Parkinson se presenta después de los 50 años, es uno de los problemas del sistema nervioso más comunes en adultos mayores y a pesar de que se desconoce la causa de la degeneración o muerte de las neuronas, puede considerarse posible la carga genética.
A pesar de que la enfermedad de Parkinson actualmente no tiene cura, el uso de medicamentos mejora notablemente los síntomas.
Síntomas
Los signos y síntomas de la enfermedad de Parkinson pueden ser diferentes para cada persona. Los primeros signos pueden ser leves y pasar desapercibidos. Los síntomas pueden comenzar con un ligero temblor en la mandíbula, brazo o pierna, usualmente del mismo lado que comienza a ser más evidente con el paso del tiempo y puede afectar ambos lados del cuerpo.
Con el tiempo los síntomas pueden variar y presentar Movimientos y marcha lenta y arrastrada, dificultad para levantarse o vestirse.
Aunque se desconoce la causa que origina la enfermedad existen algunos factores que pueden favorecer a la aparición de esta enfermedad.
Complicaciones
Aunque el tratamiento médico puede ayudar a disminuir las molestias de los síntomas, puede llegar a presentar en etapas más severas complicaciones como: